Más allá de la vía láctea



Ojalá que un día te vea entre 14 libros y 28 estantes, ojalá que un día mis letras lleguen a tu mente tan distante, poco elocuente y con nada de ganas de verme.
Ojalá no pasen los años, ojalá no me queme el viento, ojalá leas las mil y un cartas que aún no te escribo, porque perdí tu dirección, la dejé arriba del abismo de lo que pretendía fuera un olvido del retiro de tu batalla al ver que las cosas negras se tornaban.
Por la noche, mi televisión no prende, por la tarde el radio no recibe, la antena no emite y los controles no manejan, sino que estorban las noches retrógradas donde aún te recuerdo, pero llevo meses sin tu recuerdo verlo.
Íconos, carpetas con nuestras fotos, la hora y el fondo de pantalla siendo tus ojos, eso era todo lo que veía mientras te dabas la molestia de contestarme en las noches olvidadas con las puertas cerradas a darte un beso, qué fácil sería rimarlo con eso, pero nunca pasó, de tu poder siempre fui preso.
No eres mucho, eres tanto entre lo poco que hoy te extraño. No te escribo, no me sirves. Eres mucho entre mis cosas tiradas, mi ropa sucia y mis calcetines rotos. El broche de tu pelo que hoy encontré, mismo que ya debe ir camino al basurero.
Días, tardes, noches. Mediodías, amaneceres, crepúsculos y aquél dicho que dice que el momento más obscuro del día es justo antes del amanecer, mi amanecer tiene nombre, apellido, disfruta del sur y va iniciando la carrera. Mi momento más obscuro hoy es una vivencia, una experiencia y la piedra en mi zapato causante de una llaga que se estaba  gangrenando, pero entre llamadas en line, mensajes en whatsapp, menciones, retweets y faveos ya de no eso no me acuerdo.

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