Yo esperé los días de frío para verte


No recuerdo una anti-historia mejor (...) y alzo el vaso más vacío que yo.

Me caí sin querer en tu gravedad. Cuando encontré una salida, tú apareciste... Y luego me encerré más, luego te llevaste la llave. No hay manera humana de escapar. Los días sin ti fueron y son precipicios. 

Las personas se mueren, los trabajos se acaban, te gradúas de la escuela, tus amigos te dejan, tu pareja termina contigo y de todo te queda algo. Tal vez conserves un momento, o quizá algunas palabras, aventuras, problemas y otras cosas que a veces no entendemos, pero guardamos.

Yo no guardé nada; no pude guardar un momento, una palabra, no pude atesorar odio, despecho, rencor. Tampoco me quedé con un día, ni con una fecha –al menos no una fecha positiva-, y cuando quise darlo todo después de tanto desear que no volviera a pasar, no pude dar nada y me quedé con tanto, tanto para mí solo.

Me hubiera gustado equivocarme con ella, convertirme en el error más grande su vida si era necesario, me hubiera gustado molestarme y un día no querer verla, me hubiera gustado sentir tanto desprecio porque un día nos hubiéramos tenido tanto amor, me hubiera gustado un día decirle algo de lo que luego me arrepintiera, me hubiera gustado conocer sus gestos, su gustos, sus miedos, sus manías y las cosas que le encantan, pero ni siquiera sé cómo es su risa.

Cuando me preguntan que qué me pasa no tengo nada que responder, porque no me sucedió nada; no terminé con nadie, no perdí a nadie, pero nunca me había sentido más vacío, frustrado y decepcionado antes. Siempre era coraje, era saber que me chingaron antes de yo poder chingar, pero ¿esto qué es? No me queda nada, pero me quedó todo lo que tenía para ofrecer.

La tristeza te llega cuando alguien más te da felicidad, eso se quita fácil, pero la frustración ¿cuándo se va? Jamás, se queda para siempre, porque jamás pudiste tomarla de la mano, contarle alguna historia sobre el nombre de alguna calle, sobre una iglesia o una persona que nunca conocieron, pero que fuera muy interesante. Jamás van a pasar las cosas que pensé, lo mucho que te pensé a ti, todo se va a quedar una idea todo fue todo perfecto, pero yo no quería ni quiero la perfección; yo quería que se hiciera real, quería intentar no equivocarme, aunque sabía que iba a fallar, y es que no estás dentro del cliché de mi mujer ideal, porque superaste todo lo que yo algún día pensé, y cosas que ni siquiera sabía que quería tú las tenías. Pero míranos: tú como si nada, yo como si todo.


Tengo tanto amor, mas no donde depositar pues todo recipiente ocupado está. Así, ¿cómo no fallar?

Sin brindar celebraré los días no vividos, recuerdos falsos logré proyectar, y resulta que no puedo aceptar que aun te echo de menos, y que este menos vaya aún a más. 

Me alegro, y me enfado a la vez. Después de estudiar con cuidado este caso, ejerciendo a la vez de fiscal y abogado, de juez imparcial, sentencio lo nuestro (si es que hubiera existido) diciendo que el fallo más grande pasó por guardar solamente los días más gratos y olvidar los demás (ni siquiera hubo días)

Mirarte de frente, admito en voz alta que:  pocas veces me vi obligado a tomar mi esperanza y lanzarla sin más a la fosa común donde yacen los sueños que nos diferencian. 

Me hubiera gustado que no doliera, que no me importara, porque al final de cuentas nunca fuimos nada. 



El cajón de los "ojalá"



Las cosas más complicadas siempre suelen ser las que no tienes, porque no hay manera de deshacerte de ellas, y tampoco puedes decir cambiar un día lo crees o sientes de algo. Es como intentar quitar el calor cuando deseas frio, y llamar al sol cuando el frío de llega hasta los huesos. No está a tu alcance.

El problema más grande fue imaginar y convencerme de tantas cosas que estaban a años luz de distancia, hubo inconvenientes cuando comencé a sentir que todo iba bien, porque ahora voy en picada después de sentirme una nube en el aire.

Lo peor de desear un reencuentro es darte cuenta que jamás pudimos encontrarnos, que ni siquiera soy capaz de recordar momentos trascendentes, sólo pensamientos prometedores. No soy capaz de acordarme de mil cosas, porque no construí recuerdos.

El calor derrite todo, menos la verdad, por eso ahora reluce el que yo sobre aquí. Antes se notaba menos que yo esté de más. Y es que ni siquiera tengo excusas o razones para cambiar la página, pero entre más sigo leyendo el mismo fragmento del libro más cuenta me doy que el la prosa no se siente bien con mi interpretación, quizá cada palabra escrita es diferente a lo que creí.

Tal vez lo rescatable de estos días es que por fin el cielo es más oscuro, que ya sentí el viento frio en mi cabello y que pronto podré terminar otro año. De alguna forma noviembre se parece a mí, tal vez todo eso es suficiente para darme cuenta que ni aunque me peine, que ni aunque me ponga camisa.

No culpes al invierno, son más heladas tus palabras y tu piel que la nieve que esta noche va a caer.

Tengo un cajón lleno de muchos ojalá, algunos simples y otros cabales, y tú yaces en ese cajón, justo al centro, rodeada de otras esperanzas que decidí guardar, mas no abandonar.


No hay nadie como tú que me haga sentir así en un arrullo de estrellas, te lo digo desde el alma y con el corazón abierto. En un páramo de luz, despojados del dolor nos volvemos a encontrar.


Ahora sé que mal es lo mejor que lo puedo hacer



Me gustaba pensar sobre las teorías de conspiración que podrían inventarse respecto a la forma en la que tú y yo terminamos hundidos en el beso más profundo del universo.

Tenías un cabello cósmico, y una comisura labial que asemejaba una galaxia preparada para chocar con mi galaxia.

Eres la conjunción de los mejores momentos, como cuando oyes tu canción favorita sin esperarlo, cuando mamá te abraza y te dice "feliz año nuevo", cuando no hay nada que decir y ves a tu mascota e imaginas qué piensa. Cuando dices que me quieres.

No me interesa tanto pasarme el resto de los días diciéndote que eres linda, porque lo sabes. No me interesa tanto pasearme contigo por todos lados, porque jamás será suficiente salir a buscar nuevas cosas si yo ya te encontré a ti. Lo que me interesa es saber más de ti, no me importa qué ni cuándo lo sepa, pero quiero darme cuenta de un lunar en tu tobillo, o de una manía que tengas de tocarte la oreja cuando algo te molesta.



Y después de tanto, de sentir tanto, de estar aquí tanto e ignorar, te das cuenta que lo más difícil es terminar algo que jamás empezó.

Me pasaba los días sentado pensando en cuándo llegaría la felicidad, y de pronto recordaba cuando la veía a diario en la escuela, pero no me volvía loco como ahora sí me vuelve el charlar con ella, y es donde comprendo que ser feliz era eso, saber que existía, que coexistimos.

Comprendo que la felicidad no es algo que se busca; es algo que se recuerda al revivir momentos y poder reír o pensar en lo bien que te lo pasabas sin darte cuenta, y esperas un poco de dicha en un futuro próximo, pero sabes que quizá tampoco te des cuenta cuando llegue.

La felicidad no es un momento, es una reacción tardía, así como yo me tardé tanto en darme cuenta que te quería.

Conozco gente en Tijuana donde el tiempo va atrás respecto a la velocidad del mi meridiano, y conozco gente en el cono sur, en la bella ciudad de Santiago, donde el imparable tiene dos horas de ventaja sobre mí. Y cuando tú ya te fuiste a dormir, deseo estar en la frontera para que vuelva a ser temprano y sigas despierta, y a la vez deseo estar cerca de Los Andes para que amanezca pronto y poder tenerte de vuelta.

A blindness that touches perfection, but hurts like anything else; isolation, isolation. Mother, i tried, please believe me. I´m doing the best that i can, I´m ashamed of the things i´ve been put through.

I´m ashamed of the person i am.


23 de mayo

Hace 14 años te conocí, desde el primer día entendí que no había nada ni nadie más pequeño e indefenso que tú, y que en ti compaginaba lo que nunca podría tener por tanto tiempo. Estabas cuando te necesitaba, cuando me quedaba solo, cuando aquel huracán atacó y nos refugiamos ambos, porque nos alcanzó en medio de una de nuestras inagotables tardes de juego después de la primaria.

Estabas siempre tan pequeño, y puedo jurar que sonreías cuando nos veías llegar a casa, y todos estábamos tan contentos contigo, y te veías tan feliz, te veías pleno, contento y amado.

No fuiste como los de las películas, y si yo hubiera muerto no te hubieras quedado esperándome a una estación de tren hasta que te alcanzara quien me alcanzó a mí y nos hubiéramos vuelto a unir. No, no fuiste de epopeya, pero ¿Cómo se podría medir tus saltos, tus vueltas, tus gritos de emoción cada que nos veías llegar? Era lo único que pensaba cuando metía la llave en la cerradura del candado, y sabía que saldrías porque estuviste esperando ese momento todo el día, como yo te esperaba a ti.

Comencé a conocer a otros como tú, y nunca quise que sufrieran lo que tú tuviste la dicha de jamás sufrir, les daba, y les seguiré, dando asilo en nuestra casa, porque te hacías amigo de todos, y con todos disfrutabas corriendo y divirtiéndote. Comprendí que la felicidad no se mide en cuánto tienes, sino en cuánto puedes ofrecer sin mirar cómo sean a quienes quieres ayudar.

Pese a tantos conocidos, jamás sentí a nadie como te sentí a ti, porque llevabas 14 años conmigo, una tercera parte de mi vida juntos, y eso nadie lo podrá cambiar, porque todos esos momentos, todos esos paseos se quedaran entre tú, yo y el cielo como testigo.

Qué difícil resulta hablar de tus últimos tiempos, donde tu peso disminuyó, tus ojos cafés dejaron de serlo para convertirte en prácticamente ciego, con unos ojos quizá muy negros, tu pelo se caía, y tus huesos te dolían tanto, pero seguías corriendo de felicidad al vernos, o cuando bajabas para ver a los demás, en ti siempre pareció no importarte el tiempo, porque estabas viéndonos crecer a nosotros, las graduaciones de mis hermanos, sus primeros trabajos, mi primer día de primaria, de secundaria y de preparatoria, y te quedaste sólo a unos días de verme graduado. Tus últimos fueron complicados, ¿no? Casi no podías comer, y tal vez a veces tomabas un poco de agua, pero era innegable que seguías feliz cuando te veíamos y, en tus posibilidades, nos distinguías con el mismo amor de siempre, la misma pertenencia de más de una década.

Nunca olvidaré el 23 de mayo, las 5:00 de la tarde, sea el día que sea, jamás serán iguales. Estoy seguro que donde sea que estés hay nieve de fresa, melón, carteras y peluches con los que tanto te gustaba jugar, estoy seguro que habrá una gran ventana, como donde te gustaba sentarte a mirar, y desde ahí nos mirarás a todos, y entenderás que te faltó mucho tiempo acá, y que jamás te vamos a olvidar ni a reemplazar, mi buen amigo.

Jamás terminaré de despedirme de ti, jamás entenderé cómo fue te volviste tan valioso, tanto que varias personas ya preguntaron por ti, personas que quizá nunca te conocieron, pero por mis relatos siempre supieron que fuiste maravilloso.

No fuiste y nunca serás uno más; fuiste el mejor.


Hasta la próxima, mi amigo.


2 "I"

Tengo poquísimas cosas que celebrar, y ninguna de esas pocas incluyen logros contigo. Quizá que no tardes tanto en responder, o tal vez que me notes cuando estoy podrían hacerme exteriorizar felicidad.
La culpa de todo mi presente la tienes tú, por haberte acercado cuando más necesitaba de alguien, porque es imposible no notarte cuando expresas tu esencia. La culpa es sólo tuya y de tu inteligencia y siempre esas ganas de seguir aprendiendo de lo que sea, tienes unos ojos finitos, tan escasos que hay que aprovecharlos mirándolos, pensándolos, explorándolos. 

Tienes una tierna y linda voz, cuya última palabra que escuche decirme fue “suerte” y vaya que ahora la necesito contigo.

Es fácil recopilar tantas cualidades en ti como un todo, pero me agrada pasar los momentos pensando en ti fragmento a fragmento, haciendo en mi mente tu historia, juntando tus momentos, recordando las cosas que te han gustado, la molestia que otras te han causado, a Emilio, a tu gato Copérnico y la idea que tienes de mí, el fragmento de tu música, tu buen gusto, y tus lindas uñas que desgarran menos de lo que desgarra no tenerte cerca.

Sé que no soy exactamente yo para ti, sé que tienes tanto encima y poco tiempo para lo demás. Lo comprendo créelo, porque tu vocación, tus buenos sentidos y buena vida me hicieron sentirte así como te siento.

Hablando del futuro, o quizá una utopía, te sentiré como la única mujer que quise hacer mía. Hablando de lo que somos hoy, eres la única que quiero despertar con un beso y sentir que tienes tú para mí también muchos de esos.


No sé si llegará, ni siquiera sabré mañana qué pensarás. Hoy me siento seguro de esperar y de sentir que todo funcionará, que quizá es sólo que nos conocimos demasiado pronto, y que aún no sea el momento de que sonrías, mirándome a los ojos, cuando te diga “te quiero”

Diana Laura Díaz, escríbeme

Siempre fue tu culpa

Desde hace algunos años, he visto a más personas decir lo importante que es demostrar que sea ama que a parejas estables. No sé desde cuándo he notado muchas irregularidades en todo, desde una palabra que no iba hasta decisiones que jamás debí haber tomado, como por ejemplo: nunca haberte hablado.

Culpo a las inseguridades que me provoca al resto de la gente; si yo no hubiera sabido lo que era ser lindo, como soy y como vivo me hubiera acercado siquiera para notar el olor del perfume dulce que, seguramente, estabas usando.
Culpo al tiempo, porque tal vez si el día no hubiera sido tan soleado, si tan sólo una tormenta cayera sobre nosotros, pude haberme acercado con la excusa de que la lluvia me mojaba y, ya estando cerca, podría haberte hecho un comentario sobre lo cambiante del clima o quizá sólo haberte volteado a mirar.
Culpo a mi familia, porque si tan sólo no me hubieran criado de la manera en que me siento ahora, pudiera haberme acercado y quizá, sólo quizá, estaría despierto a las 6:30 de la mañana porque quiero desearte el mejor de los días antes de que salgas de casa, y no porque desde que te vi parecía que me hubieses robado el sueño.
Te culpo a ti, pasión: si no te tuviera siempre conmigo, no sería el típico niñato que ve a una linda mujer y quiere pasar sus días junto a ella, para protegerla y demás cosas que se ven bien y que a las mujeres les gusta leer.
No puedo terminar de repartir responsabilidades sin recordarte a ti, indiferencia, porque eres quien me dice todos los días que solo estoy bien, que para qué necesito a alguien si de todas formas me quitará tiempo, y cuando realmente me importe, estaré lo suficientemente ocupado como para estar seguro de que necesito más de lo que puedes dar, siendo un inconsciente de que debo darte menos, porque no dejaré nada para mí, nada en mí para confiar.
Pero, sobre todo, te culpo a ti, porque te apareciste, y tu vestido floreado, tus vans rojos, tus lentes ray ban y tus audífonos morados estaban tan cerca de mí, y eras tan cruel estando allí parada sabiendo lo hermosa que te veías, sabiendo cómo me sentía, ¡y no hiciste nada! Sólo estuviste parada, pensando en mil cosas, y quizá por la cabeza te pasó el tipo de al lado que se notaba dudando por un largo rato, que se notaba pensando, como buscando alguna razón lo suficientemente estúpida como para hablarte y no quedar como un imbécil, quizá pensabas qué pasaba por mi cabeza, quizá pensabas si iba hacia mi casa, mi trabajo o tal vez con alguien que, con sus caricias, resolviera mis dudas, que ella fuera mi excusa perfecta para estar, y nunca imaginaste que deseaba que fueras tú, así como he deseado tantas cosas y, sin tú, la culpable, ser la diferencia, tampoco se cumplieron. 

Rapsodia

La mayoría de las veces que comienzo a hilvanar letras para formar algo, escribo sobre lo bien que estaba antes y lo miserable que me rijo ahora, no puedo decir que mi vida sea todo mal, porque me va bastante bien, pero esta vida no es para mí.
Cuando recuerdo momentos, invento cómo me hubiera sentido si las cosas me hubieran salido mejor, y muchos de los resultados que fabricó son siempre lo que no hubiera querido, porque muy seguramente no hubiera conocido a las personas que me hacen ser, las personas que me han formado a lo que soy, porque uno no es más que un compilado de las actitudes y aptitudes de quien lo rodea.
Crítico de los momentos críticos que no se superan, soberano en las relaciones inconclusas, experto en dejar ciclos abiertos, fan de abrir nuevos, inoperante acompañado, quizá son de las características que podría decir de mí cuando mi vida se comprometa más y deba trabajar; no seré jamás nada especial.
No escribo nada de valor, jamás he marcado la vida de una persona, no soy un lector empedernido y ni siquiera sé darme cuenta de cuando alguien me quiere, quizá sólo sé diferenciar cuando alguien está demasiado cerca de mí, cuando alguien es cálido y me agrada ese calor. No soy nada especial.
Son melancólicas las noches, porque me sostengo en argumentos donde todo –o la mayoría de las cosas- me resultan pedantes, y no finjo sentir algo que no puedo mantener, pero sé fingir, por ejemplo, que me agradan todos con los que hablo, cuando en verdad no soporto a varios.

No puedo decir qué es exactamente lo que escribo, desde que recuerdo me han enseñado a denominar las expresiones como ensayos, cuentos, artículos, columnas, pero la rapsodia es sólo eso: rapsodia.

Misógino


No sé cómo llegué aquí, puedo jurar que hace apenas unos días estaba despidiendo un año, recibiendo otro, acompañado de mi familia, pero el calendario me dice que ya es abril.
El tiempo se fue tan rápido, y no sólo hablo de los últimos tres meses, sino de los últimos cinco años, porque en mi armario aún hay cosas que usaba hace un lustro, mismas que ya no necesito, ropa que ya no me queda, pero es la que me hace recordar quién era. Playeras de bandas que ya no escucho, al menos no antes. En mi computadora, fotos de cuando todo era tan fácil como ir a la secundaria, jugar fútbol y verla.
Ya no me dan ganas de hacer las mismas cosas que me apasionaban, la misma gente de siempre se va haciendo tan igual, tanto que pido piedad por no verlos más.
Sé que no es cosa mía, muy seguramente existen personas que dejaron de verme, y que ni siquiera notaron mi ausencia, existen muchos más que sigo pasando a diario por sus días, y no les hago diferencia, y no me notan, y quizá es la misma gente que yo noto de más.

No quiero creerme lo que no será, no quiero sentir que es normal ganar, porque estoy acostumbrado a fracasar, aceptar y seguir. Si es posible, volver a intentar, pero ya sin esperanzas de lograr. Las personas tienen esa costumbre de siempre querer llegar, la extraña sensación de querer lograr cosas imposibles, como volar, como caminar, como querer volverla a mirar y que ella te desee observar. A veces desaparecemos en el momento adecuado, muchas otras veces nos vamos antes de lo planeado, pero la mayoría de los momentos seguimos, estorbamos y no queremos aceptarlo.

Foto -  http://www.lpi.usra.edu/lpi_40th/1979.shtml

Descansamos la espalda



Hace tiempo que me siento así, no es ya casualidad querer mentir para no tener que salir de mi cuarto, de mi comodidad, misma que está ausente fuera de mis cuatro parades, cero ventanas, sin entradas para el sol y mucho tiempo para pensar.
Quizá todo comenzó hace un año, tres meses y siete días, cuando desperté un domingo y era un día más en que sumaba un número a mi edad, y notaba las cosas tan iguales, tan sin valor, sin la necesidad o gusto, con un sabor de boca amargo por la misma cena de la noche anterior, la misma de cada sábado, despertaba y quería seguir durmiendo, quizá no por mucho tiempo, pero sí el suficiente para no sentirme tan miserable.
Quien era la única que me hacía sentir feliz, o al menos olvidarme por lapsos de lo mal que me siento, se fue, y dejó suficientes marcas con palabras precisas para sólo empeorar lo que yo mismo ya me había creado, un mundo donde la conciencia y las ganas de hacer, quitar y volver a poner, se habían ido junto con el 2012.
Me harté de las frases de siempre, las mismas que mis conocidos se dicen a sí mismos para no saberse arruinados como yo, no me interesa levantarme para ver a alguien, tengo tiempo sin caminar con la emoción de encontrarme con alguien, sé que han pasado años desde que a alguien le emocionó mi presencia, desde que alguien sintió emoción por un mensaje mío.

Pienso mucho, quizá más de lo habitual. Trabajo, responsabilidad, deberes, fin del tiempo libre, son palabras, conceptos que rondan mi cabeza perennemente. No quise comprometerme con esto, yo nunca quise tener un auto, una casa grande, no quise tener que pagar servicios que no usaría lo suficiente para tener tanto valor, no quiero tener que pagar por calzar, no quiero tener que esforzarme por gustarle a alguien, afeitarme a diario, bajar de peso, peinarme o incluso usar un blue jean diferente cada día; lo que en serio quiero, lo que en verdad necesito, es necesitar algo, porque de hace un tiempo para acá, dejé de hallarle sabor a las cosas, dejé de encontrarle el sazón de vivir cada momento y, de hace unos meses para acá, comencé a rendirme en su búsqueda. 

Después de tiempo

Me he enamorado, hace casi un año y no me he sentado a escribirles de esto.
Desde que olvidé porqué penaba, deje de escribir sobre mis sentimientos. Llorar no es el único motivo para escribir, lo entendí cuando comprendí que la ternura nace en su pelo y termina en los dulces dedos de sus pies.
Escribo hoy que es un momento difícil para los dos, porque sabemos que en el amor no hay segundas oportunidades, mucho menos perdones, pero sí confianza.
Recuerdo esos días de octubre, ese mes de noviembre cuando comprendí que le amaba, pero lo nuestro era casi imposible. Ella tan fan de Panda.
Recuerdo cómo la sentía, juro que sentía sus pestañas abriendo y cerrándose con las mías. Recuerdo cómo veía su celular pensando en mis palabras, convencida en que esto era solo una amistad del diván. Aun añoro nuestra primera noche, nuestro primer amanecer, la primera pelea y la primera vez que se fue.
Escribo porque no pensé enamorarme, después de mi primera relación me convencí que, los amargados tenían razón, no creer en el amor es lo mejor, porque o solo daña, o te deja sin dinero o, peor aún, con el corazón roto. Decidí tomar el riesgo.
Hay estragos de los ayeres, temores y vivencias que jamás olvidas, y que yendo atrás en este blog, cualquiera puede leer porque yo no tenía una ventana de chat donde todo contar. Este es mi espacio. De corazón roto y de hoy enamorado.
Pocas veces o jamás escribí acá sin dolor, esta es mi primera vez, siempre son buenas las primeras veces que haces algo, y sobre todo si lo haces con amor.
Escribo porque le amo, porque su nombre es una página que quiero rellenar de halagos, le redacto este texto, que no sé si es prosa o verso, pero estoy seguro de que es de amor.

Dudo que lo lea, dudo que sepa, pero estoy seguro de que sabe que la amo y de que sé que me ama.  

Otra vez tuve



Detesto el alcohol, detesto el cigarro. Y no solo el humo, sino porque mi abuelo murió de cáncer de pulmón. Odio las fiestas, odio las tocadas donde hay bandas que se disuelven después de la universidad. Odio las drogas, y no solo por inútiles, sino por ser muy inútiles.
Odio las distancias, es como si las cosas fuesen hechas a propósito para pelárnosla en conseguir lo que deseamos. Conseguir lo que necesitamos.
No soporto las sonrisas que existen cuando dicen “hagamos una fiesta”, odio que la gente haga cosas porque puede. No aguanto la aglomeración de gente, me es imposible no detestar a un montón de personas en grupo, en un lugar neutral, oyendo ruido, porque eso sale de las bocinas cuando hay una fiesta, creyendo que es lo mejor de su vida. Odio los bailes modernos, no tienen ni pies ni cabeza.
No aguanto los karaokes, no soporto cuando una persona que está cantando se agarra el pelo y se cree “peligrosa” No aguanto el sonido que hace un amplificador cuando conectas la guitarra. Me es inútil intentar soportar la gente en “shows” de bandas saltando, gritando y sintiéndose libres.
Detesto no poder salir de mi casa, ir a la suya a descargar mis enojos con besos y escuchándola hablar de mil cosas, mientras yo noto la forma de sus labios al decir cada palabra. Hacer que mencione cada palabra de diccionario de cada lengua y dialecto, idiota habido y por haber, para que, cuando esté viejo y me quede sordo, poder leerle en sus labios un “te amo” y saber que siente lo mismo que siente hoy, tres de diciembre del dos mil trece.

Pum, ta ta. Pum da da. Pum pum, ta ta taa



Supongo que no es fácil ver el reloj tantas veces al día. A veces pienso en mi inutilidad cuando empiezo a pensar en mí.

Hace unos meses, yo salía sonriente de casa. Incluso hasta la gente me saludaba con mayor placer. Era una persona saludable; todos me saludaban.
No sé qué ha pasado, pero eso ya no es así ahora. Por supuesto, los tiempos han cambiado. Ni siquiera me leen por aquí, ni siquiera sé dónde está mi amiga Sofía. A veces me retracto de lo que hice alguna vez, cuando entro al perfil de un buen amigo de la secundaria, alguien con quien platicaba a diario. Ahora si quiero escribirle algo, tengo que agregarlo a amigos. ¿Por qué nunca logro mantener mi boca cerrada? ¿Por qué mis dedos para escribir nunca se están quietos?

Hay varios proyectos personales, grupales e idiotas que he iniciado. Ninguno a funcionado.
Un día podrá deshacerme de la suficiente gente, dejaré de temer andar solo por la calle, dejaré de temer no tener whatsapps, ni menciones. Dejaré de temer a no estar acompañado, pero mientras eso llega seguiré fingiendo que me importa lo que dicen. Por dentro seguiré riéndome. 

Qué fácil es cambiar de ropa barata a ropa