Me convenció tu falacia



Enrojecidas mejillas que se vuelven luego frías por las gotas de Dios al ver tu desesperación, o mejor dicho por las gotas de lluvia, o al menos eso dicen que es eso que cae del  cielo, yo sigo creyendo que son las lágrimas de Dios, porque se te extraña en el cielo.
Empecé como tú, empecé creyendo que todo estaba bien, que las sirenas de madrugada eran normales y que los estruendos de guerra no eran mortales, comencé creyendo que los árboles no tenían vida y que los cables eran verdaderamente necesarios. Creía también que la lluvia arruinaba los planes, creía que el viento sólo levantaba polvo. Pensaba que la luz no viajaba y que las noches no se bañaban de nostalgia, creía que las esperanzas murmuraban con la decepción para saber cuál era la mejor opción de matarme en silencio, de esas veces que mueren y no se entera nadie, ni siquiera te enteras tú, hasta que no tienen besos de mujer ni vino de uva italiana, sabrás que estás tan solo, tan lejos de la persona con el nombre que aquí rimaría con Italiana.
Eran presentimientos y palabras que eran rumores saliendo entre dientes, no tenían el valor de gritarlo a todos los vientos, pues de noche no había tanto llanto, pues reina de rameras y vestías de lentejuelas, soledad no te faltaba, siempre acompañada de Morfeo desde temprano, y recibiendo un tiro en la frente, buscando a tu elemento vital, elemento que todos te querían robar y tú tanto que te negabas a necesitarlo, tanto que te negabas a quererlo, tanto que deseas hoy quererlo y tenerlo.
A veces me gustaría decirte que conmigo pierdes el tiempo, me gustaría decirte lo mal que estoy y lo mucho que no quiero verte, pero a veces recuerdo lo solo que estoy, y te veo conectada y de vez en cuando saber cómo estás no me sienta mal, a veces de vez en cuando te extraño y si veo que leíste mi mensaje y no contestaste me altero y me dan celos, pero es sólo a veces, sólo por no sentirme solo, porque a los dos soledad nos sobra.

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