Yo esperé los días de frío para verte


No recuerdo una anti-historia mejor (...) y alzo el vaso más vacío que yo.

Me caí sin querer en tu gravedad. Cuando encontré una salida, tú apareciste... Y luego me encerré más, luego te llevaste la llave. No hay manera humana de escapar. Los días sin ti fueron y son precipicios. 

Las personas se mueren, los trabajos se acaban, te gradúas de la escuela, tus amigos te dejan, tu pareja termina contigo y de todo te queda algo. Tal vez conserves un momento, o quizá algunas palabras, aventuras, problemas y otras cosas que a veces no entendemos, pero guardamos.

Yo no guardé nada; no pude guardar un momento, una palabra, no pude atesorar odio, despecho, rencor. Tampoco me quedé con un día, ni con una fecha –al menos no una fecha positiva-, y cuando quise darlo todo después de tanto desear que no volviera a pasar, no pude dar nada y me quedé con tanto, tanto para mí solo.

Me hubiera gustado equivocarme con ella, convertirme en el error más grande su vida si era necesario, me hubiera gustado molestarme y un día no querer verla, me hubiera gustado sentir tanto desprecio porque un día nos hubiéramos tenido tanto amor, me hubiera gustado un día decirle algo de lo que luego me arrepintiera, me hubiera gustado conocer sus gestos, su gustos, sus miedos, sus manías y las cosas que le encantan, pero ni siquiera sé cómo es su risa.

Cuando me preguntan que qué me pasa no tengo nada que responder, porque no me sucedió nada; no terminé con nadie, no perdí a nadie, pero nunca me había sentido más vacío, frustrado y decepcionado antes. Siempre era coraje, era saber que me chingaron antes de yo poder chingar, pero ¿esto qué es? No me queda nada, pero me quedó todo lo que tenía para ofrecer.

La tristeza te llega cuando alguien más te da felicidad, eso se quita fácil, pero la frustración ¿cuándo se va? Jamás, se queda para siempre, porque jamás pudiste tomarla de la mano, contarle alguna historia sobre el nombre de alguna calle, sobre una iglesia o una persona que nunca conocieron, pero que fuera muy interesante. Jamás van a pasar las cosas que pensé, lo mucho que te pensé a ti, todo se va a quedar una idea todo fue todo perfecto, pero yo no quería ni quiero la perfección; yo quería que se hiciera real, quería intentar no equivocarme, aunque sabía que iba a fallar, y es que no estás dentro del cliché de mi mujer ideal, porque superaste todo lo que yo algún día pensé, y cosas que ni siquiera sabía que quería tú las tenías. Pero míranos: tú como si nada, yo como si todo.


Tengo tanto amor, mas no donde depositar pues todo recipiente ocupado está. Así, ¿cómo no fallar?

Sin brindar celebraré los días no vividos, recuerdos falsos logré proyectar, y resulta que no puedo aceptar que aun te echo de menos, y que este menos vaya aún a más. 

Me alegro, y me enfado a la vez. Después de estudiar con cuidado este caso, ejerciendo a la vez de fiscal y abogado, de juez imparcial, sentencio lo nuestro (si es que hubiera existido) diciendo que el fallo más grande pasó por guardar solamente los días más gratos y olvidar los demás (ni siquiera hubo días)

Mirarte de frente, admito en voz alta que:  pocas veces me vi obligado a tomar mi esperanza y lanzarla sin más a la fosa común donde yacen los sueños que nos diferencian. 

Me hubiera gustado que no doliera, que no me importara, porque al final de cuentas nunca fuimos nada. 



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