¿Qué
puedo envidiarte? De los que te quieren eres tan distante. ¿Qué
puedo reprocharte? Si todo lo que te di con creces me remuneraste.
¿Qué puedo pedirte? Hoy ya no me dejas ni mirarte. ¿Dónde puedo
encontrarte? Dime para no ir, pues quiero ya olvidarte.
Cuestiones, cuestiones, cuestiones. Dime 3 simples razones por las cuales no te abandone, ruégame un día para que no te mate, pideme una noche para que veas lo bien que hago que tu cuerpo y el mío embonen.
Cuestiones, cuestiones, cuestiones. Dime 3 simples razones por las cuales no te abandone, ruégame un día para que no te mate, pideme una noche para que veas lo bien que hago que tu cuerpo y el mío embonen.
Pide
una bebida, la más cara de la casa. Sólo págame con algo:
quítandote la máscara. Anda déjate ver, deja cocinar en
imaginación a mí, una cama, una mañana y tu cara siendo lo primero
que vea a cada crepusculo. Dame tu rostro para imaginarlo besándome
en un cuarto obscuro, dame un segundo donde me convierta yo, sólo
yo, en todo tu mundo.
Dime
que absorves palabras, dime que matas a quien feliz encuentras, dime
quién te dio esa chaqueta de cuero. Seguro en una noche fría
notaron tu poca decencia y tu blusa amariilenta, antes era blanca, un
buen hombre se apiadó de lo que nadie se apiadaba, te dio esa
chaqueta de cuero y tu le regalaste por una noche tus besos. Él buen
hombre, se entretuvo contigo, y al llegar a casa abrazó a sus hijos
y fue a la cama junto a su esposa, que ya estaba dormida, se había
cansado de esperar a aquél buen hombre que por la mañana salió con
la chaqueta de cuero que le regaló apenas la navidad pasada. Esa
esposa no tiene porqué sentirse culpable, así somos los hombres:
buenos cuando nos conviene, malos cuando la lujuria interviene. Hasta
parece que sin conocer conoeces todo de ese hombre, tanto que Morfeo
llega justo cuando él ya viene, sólo para acurrucarte y no hacer
dramas ni corajes, que por hombres que le dan sus chaquetas de cuero
a alguien, las lagrimas no valen.
Entonces,
suponiendo todo eso, ya sé de dónde sacaste esa chaqueta de cuero y
sé que tus besos no han sido sólo míos.
La mañana pasada, eran las 7:40 tal vez, durante una clase escribí una hoja "Él te quita el frio con cuero caro y tu se lo quitas con besos baratos"
No puedo amarrar tu boca para que no beses a nadie, tú no puedes amarrrar mis manos para que no escriba cómo me siento cuando besas a alguien. Mis palabras, mis letras, sé bien que no te molestan, pues estás compuesta, hecha, fortalecida en pena, en idolatría a todo aquél que te pague caro por besos baratos.
La mañana pasada, eran las 7:40 tal vez, durante una clase escribí una hoja "Él te quita el frio con cuero caro y tu se lo quitas con besos baratos"
No puedo amarrar tu boca para que no beses a nadie, tú no puedes amarrrar mis manos para que no escriba cómo me siento cuando besas a alguien. Mis palabras, mis letras, sé bien que no te molestan, pues estás compuesta, hecha, fortalecida en pena, en idolatría a todo aquél que te pague caro por besos baratos.
¿Qué
nos ofrecemos mutuamente? Mis besos caros y ropa barata; tus besos
baratos y ropa cara. Te pedí un segundo tu cara y ver lo cara que te
ves maquillada, te pedí un segundo ser tu mundo, y me dijiste que
hasta varias horas, pero que tendría su costo. Paso a diario por tu
esquina, sé que en esa intersección de Reforma y Madero está el
amor de mi vida, idolotría, engaño o qué se yo, pero por ti siento
algo.
Ayer
desvié mi ruta sólo para pasar frente a ti y regalarle una mirada a
tu escote e imaginar una vida juntos durante el trayecto a casa,
cuando vi que estabas sola y recordé que mi casa estaba igual. Te
llevé a mi hogar, el silencio durante el camino me puso muy
nervioso.
Al llegar, preguntaste cómo me gustaba. Saqué un libro y comencé a leerte poemas, tu cara era extraña, y igual que te resultaba mi casa, supongo todas te resultan así, igual que los asientos traseros de los autos y moteles baratos. Asombrada, tal vez. Pero cuando llegué a un poema, a uno escrito por mí, sé te sentiste identificada. Hablaba tu historia, incluso inventé una familia por la cual esa profesión te mantenías. Llegué a la parte de cuando despiertas por la mañana, o a veces hasta mediodía. Lloraste, te deshiciste, te desahogaste conmigo el resto de la noche, pero al terminar aún así me cobraste. Dijiste que cada quien recibe placer como desea, dijiste que tal vez me excitaron tus lagrimas, que lo sabías por la forma en que te veía. Me confundiste y saqué mi cartera, te di la cantidad exacta y ofrecí llevarte a casa. Aceptaste, dijiste "Es tarde para volver, mañana debo llevarlos a la escuela", entendí que mi suposición e invento fueron ciertos.
Al llegar, preguntaste cómo me gustaba. Saqué un libro y comencé a leerte poemas, tu cara era extraña, y igual que te resultaba mi casa, supongo todas te resultan así, igual que los asientos traseros de los autos y moteles baratos. Asombrada, tal vez. Pero cuando llegué a un poema, a uno escrito por mí, sé te sentiste identificada. Hablaba tu historia, incluso inventé una familia por la cual esa profesión te mantenías. Llegué a la parte de cuando despiertas por la mañana, o a veces hasta mediodía. Lloraste, te deshiciste, te desahogaste conmigo el resto de la noche, pero al terminar aún así me cobraste. Dijiste que cada quien recibe placer como desea, dijiste que tal vez me excitaron tus lagrimas, que lo sabías por la forma en que te veía. Me confundiste y saqué mi cartera, te di la cantidad exacta y ofrecí llevarte a casa. Aceptaste, dijiste "Es tarde para volver, mañana debo llevarlos a la escuela", entendí que mi suposición e invento fueron ciertos.
Te
bajaste y te fuiste, ni siquiera "Adiós" me dijiste.
Entiendo ahora los besos baratos que no me dijiste.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nunca nadie comenta. Me alegra que tú sí lo vayas a hacer.