Memoria de papel, memoria de cuchara.

Recordar es lo que todos hacemos a diario, si no lo hicieramos no podríamos vivir.
Quizá tengas mal definido el concepto de "recordar". Tú recuerdas tu nombre, el nombre de tus padres aún vivos o ya muertos, el nombre de la comida que te gusta, lo sabores que te gustan, los oleres que te gustan , los colores que te gustan, las imágenes que te gustan, la persona que te gusta, las personas que te caen bien, las personas que te caen mal, el día y la noche, el sol y la luna, la tierra y el mar, las estrellas y las nubes. Recuerdas tu casa, recuerdas tu cama, a tu mascota o tus cosas. Tu música, tus discos, tu vida, tus sentidos.
Todos recordamos lo que duele, lo que apreciamos, lo que hacemos, lo que somos, lo que vivimos. Recordamos también lo que fuimos y deseamos ser más a futuro.
A todos nos han lastimado de cierta forma que jamás olvidaremos. Ese mal rato que te hizo pasar alguien o algo, ese coraje que te dió que aquél haya dicho esa cosa de ti, quizá cierta pero secreta ó quizá falsa.

La memoria nos traiciona, igual que las personas. Recordamos lo bueno, pero odiamos lo malo, y aún así lo mantemos dentro de nosotros. El afán de vivir, el afán de recordar. Si no recordaramos lo malo ¿cómo identificaríamos lo bueno?. Lo malo es lo mejor que podemos tener en nuestra memoria. Aquella pelea con papá y mamá, la muerte del abuelo, la pelea con tu amigo, el rompimiento de tu relación, la mala racha de tu vida. Así valorarías más esos gratos momentos con tus papás y tu abuelo, los momentos de risa con tu amigo, los besos con tu pareja, la buena época de tu vida.

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